Bueno, no hay que exagerar, pero comparando con el tamaño que pueden alcanzar si se les cuida, casi como se les puede considerar miniatura.
Una de las fotos es de las "mimosas micro-enanas" -así las llamo yo- que tengo en un par de tiestos con ánimo de que se hagan pelín más fuertes y den el estirón. Espero que se hagan árboles y den flor para alegría de los no alérgicos al polen. Hoy por hoy son de lo más voluble que conozco, no hacen más que morirse y volver a brotar de nuevo. Y no porque las proteja con éxito del conejo asesino de mi vecina, sino porque no se aclimatan al frio. ¡Qué le vamos a hacer! Delicadas. Mimosas en sentido literal, que eso son.
El caso es que de vez en cuando les crece un par de ramitas con multitud de minúsculas hojas. ¿Quién puede dudar de la existencia de un orden no arbitrario, trascendente, mucho más allá de nuestra inteligencia y voluntad?
Y me recordaba a ese otro pequeño milagro de la vida humana. Miraos las manos un instante. Mirad ahora la "foto-del-feto" que hizo Lennart Nilsson en 1965, publicadas en la revista Life y que aparece más abajo. ¿Las reconoces? ¡Qué cosa tan bonita! Con 16 semanas "ya puede explorar su propio cuerpo y sus alrededores". Me callo la conclusión, obvia por otra parte. Sería estupendo que quienes gastan todas sus energías en salvaguardar las maravillas de la naturaleza se mirasen por un instante las manos y reconociesen entre ellas el de la vida humana, toda vida humana, con el valor inconmensurable que le es propia.
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