No sé si cantaban en algún idioma desconocido: más bien parecía un mantra que se te metía entre los huesos, como bien podéis comprobar. Pena de cd, pero me temo que el vecindario me hubiera boicoteado la audición. Y tampoco es cuestión de fastidiar.
Nos topamos después con los que tocaban las sardanas, vestidos de rigurosa chaqueta. Pero las dos veces que nos asomamos a la plaza estaban en el descanso entre actuaciones, así que nos quedamos con las ganas de ver a la gente de la calle bailando.
Y por último añado esta imagen de unas señoras, sospecho que venidas del Este -lo digo por el instrumento-, que no abrieron la boca pero tocaban con un gusto que daba envidia.
El pelo blanco de la izquerda no es un abrigo de pieles sino la melena de una espectadora que trató de boicotearme la composición, sin conseguirlo esta única vez.
Comprendo que no es una visión muy ortodoxa de esta gran ciudad, pero como diría no-sé-quién: esto es lo que hay.
¡Un saludo!
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