Era la planta preferida de mi padre. Y en su honor luce con formas variadas y sugestivas en un terreno familiar.
Un amigo fotógrafo me animaba a descubrir en los sitios más recónditos las imágenes escondidas en lo ordinario.
Y acabas viendo caras de animales en una mancha de óxido del muro de piedra que circunda una casa, o en el tronco de un árbol de heridas viejas.
Las demás flores que retraté, con ánimo de inmortalizarlas en acuarela, posaban para mí en un sendero estrecho de la costa francesa, camino a Biarritz.
Reconozco que mi modo de hacer deporte puede sacar de quicio al profesional. Porque retrato en unos segundos las flores que me llaman la atención-y son tantas...-, para después correr trotando hasta alcanzar al grupo, que siempre está ya a cierta distancia...
Claro que a veces termino a ras de suelo. Pero no para enfocar a un insecto, claro.
Desconozco el nombre de estas flores silvestres, eran del tamaño de una margarita.
¡Un saludo!
Para no perder el camino |
Detalle de la costa |