Estaba yo considerando el privilegio que supone vivir en Pamplona: sólo con ir hacia la Escuela de Idiomas se atraviesan ya infinidad de rincones interesantes y bonitos. Otra cosa es que por las prisas nunca de tiempo a detenerse y, al final, como que te acostumbras.
Uno de estos sitios es la Ciudadela y, como por fin saqué tiempo para fotos -tras una gestión burocrática fallida en la Escuela-, puedo hoy compartir esta imagen de uno de los edificios más antiguos. A ver, ¿cuál creéis que es el tejado nuevo? No será más que una colocación provisional, pero pasa el tiempo y allí no hay señal de que se vaya a terminar de mejor forma. ¿Ejemplo de que cualquier tiempo pasado fue mejor? Tampoco hay que exagerar, me digo, y además si esto fuera el periódico, saldría enseguida alguien del ayuntamiento explicando el por qué del desaguisado, si es que lo es. ¡Que levante la mano quien no se tuerza haciendo líneas!
El caso es que, justo a renglón seguido, me topé con estos arbolillos que parecían estar pidiendo foto a gritos. Para compensar los retorcimientos tejiles se puede ahora descansar la vista sobre ellos, apreciando las rectas filas vegetalianas, también -o "tan bien"- dispuestas, qué duda cabe, por mano del hombre.
Hablando de líneas rectas, me estoy acordando del curso de pintura que empecé hace dos semanas y en el que ya he fallado a la segunda clase. Supongo que implicará la pérdida irremediable de técnicas e información absolutamente necesarias para aprender a pintar. Quiero decir que, si todo me sale mal, siempre me podrán echar en cara: "ah, como faltaste el día que se explicó esto y aquello..."
Y es que las perspectivas a mano alzada del día del estreno me salieron fatal, como era de esperar al funcionar a ojímetro.
El que la profesora afirmara de modo tan rotundo que lo mío era "el impresionismo" me mosqueó. ¿Qué será lo que puede haberle impresionado?
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