Lamento el paréntesis bloggero, el comienzo de curso resulta arduo para casi todos.
Por si alguien se ha preguntado alguna vez el porqué del dicho "ser un mirlo blanco", aporto -sin ser un genio de la ornitología, más bien todo lo contrario- la imagen con que me topé volviendo a casa tras la típica carrera matutina. Es decir, de esas que haces no con atuendo deportivo sino perdiendo los zapatos para llegar a tiempo a los sitios.
El pájaro me estaba vigilando para salir volando en caso de que diera otro paso al frente. Por eso mira a la cámara. Yo lo único que pretendía es encontrar algo reflejado en el charco, tal como hace mi querido padre, que descubre la belleza en las cosas más cotidianas. En concreto, en ese charquito que se forma allí cada vez que llueve un rato.
Ah, lo difícil de encontrar un mirlo blanco es que más bien son todos negros. Los mirlos. Las mirlas tienen el plumaje de color pardo. Pero todos un bonito pico naranja.
Y para haber vuelto ya vale, ¿no? Chau!
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