Del tiempo que hace, digo yo, porque el paso y el peso de los días nos afectan a todos por igual. Pero bueno, me hizo gracia el modo en que los más pequeños superan los calores en la costa dorada: jugando con esta fuente circular en la que aleatoriamente aparece una puerta de escape de modo fugaz y breve. Es imposible salir de allí seco o aburrido, que es casi lo mismo. Me acordaba de tantos Manolitos, como el de Mafalda, que estarían con suerte remojados en la fregadera de su casa.
Pero es bonito también observar los grandes hitos que tienen lugar en la vida de las familias, de modo tan discreto, en cualquier playa o piscina: el primer baño del niño; el primer flotador; la primera vez que se pone en pie solo, para volver a caer enseguida sobre la arena, sobre el pañal. Y los atareados padres: bebe, no comas arena, ¿quieres una patata?, ¡vamos al agua!, creo que hay que cambiar el pañal, ¿has traído bañador de repuesto?
Un saludo, ya de vuelta a casa.
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