Parece que les hubieran esquilado. No parecían muy sociables, así que procedí a sacarles foto a distancia y ellas a posar para la posteridad luciendo su mejor perfil.
Este caballo se aproximó a la velocidad del rayo, por aquello de que a nadie le amarga un dulce. Pero se fue igual de rápido en cuanto comprobó que en mi bolsa sólo quedaban restos de pasta con mahonesa y maiz cocido. No me extraña.
Ah, y la última foto es sólo una muestra de las bonitas panorámicas de la campiña, que no hacían más que recordarme la portada de un libro entrañable y bonito que me regaló hace unos meses una amiga: "Teacher, teacher". Situado precisamente en la zona de Yorkshire, o sea, en la zona en la que estábamos.
No me dio tiempo a sacar foto al tea-party que organizaban en uno de los pueblecitos por los que cruzamos. Era en el jardín y tenía una pinta super apetecible. Pero había que elegir: o foto o mareo con tanta curva y cochecito utilitario. Elegí el mareo.
Ah, también vimos a un halcón peregrino, en este caso halcona, que voló por encima de nuestras cabezas para admiración de dos especialistas que llevaban todo el día esperándolo en silencio, con prismáticos y cámara de fotos con super-zoom. Todo sin éxito. Menos mal que llegamos jadeando y haciendo fotos tipo excursionista medio, que es cuando salen los halcones a proteger sus nidos de los domingueros. Los especialistas estaban a punto de alcanzar su coche para regresar sin foto a sus casas, pero les dió tiempo a volver a subir corriendo y ver a la halcona regresar a su nido. Mala suerte.
Como me decía una andaluza granaina, al comprobar que soy incapaz de bailar con estilo las rumbas de Bisbal: "tó, no se púe tené". Digo.
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