Estábamos poco menos que aterrados con el anuncio de un huracán que iba a provocar olas de cinco metros de altura con una frecuencia de cada 17 segundos... Se decía que el paseo que daba a la playa iba a cerrarse al tráfico por precaución y se desaconsejaba la práctica del surf a no ser que se fuera un surfista de excepcional experiencia... Así que, antes de recoger la prensa por la mañana, saqué un par de fotos de lo que parecían los prolegómenos del oleaje.
Por la tarde, cuando más resaca había, divisé las cabezas de una veintena de arriesgados surfistas. Nunca les llegué a ver encima de una ola, pero no descarto que lo consiguieran. Todo quedó en un mar revuelto con fuerte resaca y sonido espectacular. Eso sí, la playa se llenó de ramas, troncos y curiosos que emulaban a los turistas del Paseo Nuevo en San Sebastián. Supongo que allí y en otras zonas del país vasco el fenómeno habrá hecho más estragos, lo que es aquí no lo parece. Al menos creó cierto aliciente entre el respetable, que aprovechando el solecito invernal, abarrotó los parquecitos y terrazas. Otra vez será.
Por la tarde, con la arena llena de troncos. |
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