martes, 16 de febrero de 2016

Pequeñas lecciones...


El castillo de Aracena por detrás
El primer día que subí al castillo lo hice con cierta prevención, pues todo el mundo ponía en duda que fuera capaz de hacerlo en hora y media. Quiero decir, subir y bajar. El caso es que tardé poco más de diez minutos en subir, y esto haciendo fotografías a cada rincón, para desesperación de mi sufrida acompañante.

La lomita del castillo estaba tomada por un ejército de ovejas y dos cabras.

Y de repente saltó por encima de nosotras una cabra chiquitilla y detrás su madre. Al poco salió el
pastor: un hombre que me recordó a la película de "Marcelino, pan y vino" por aquello de que se presentara como "Manué". Me sonaba aquella escena del protagonista repitiendo mil veces el nombre del que acabara siendo su amigo imaginario: "¡Manuéee!..."

La cabra se llama Lucía. "Su madre murió cuando era chica y la alimenté yo con leche". Al comprobar que decía todas las eses y que, por tanto, no era de la zona, me fue señalando uno tras otro los edificios célebres que se divisaban desde allí. Hasta un hotel que permanece cerrado porque no hay dinero. "Y es una pena porque tiene "cusi" y piscina". Supongo que sería el jacuzzi...
Y con la misma naturalidad comentó que él había estado con su mujer una vez en Bilbao, "Sí. Y he visto el perrillo de flores". Esto último dicho con un encantador acento onubense.

Vista de Aracena desde el castillo
Manuel y Lucía
Otro día, haciendo un sendero entre campos, casi nos atropella un camión que salió de la nada bruscamente, como si se tratara de una coyuntura desfavorable. Me dio tiempo a memorizar la leyenda que portaba sobre el parabrisas: "El pasado está pisado. El presente, de frente".  Menos mal que fui un presente que saltó a tiempo.

No hay comentarios: