martes, 2 de febrero de 2016

Y digo yo, ¿de dónde tanta maravilla?



Sucedió así, sin más. Me acerqué al ascensor de la playa de Ereaga, para dar una sorpresa a quien sabía que subía -aliteración no premeditada- y, mientras esperaba, me asomé para ver una vez más el mar.

Me sorprendió esta vez el cielo, como si el paisaje estuviera al revés y las nubes fueran unas montañas en sentido inverso.
Y cuando lo escribo ahora, con cierto cargo de conciencia por mi tardanza en reaparecer en el blog, así, sin intentar excusarme ni nada, recuerdo a una señora majísima de algo más de 80 años, a quien traté hace tiempo.

Cuando le animaba a contemplar el color de ciertas flores espectaculares, contestaba: "¡Bah!, Eso no es nada". Y, agachando la cabeza en una postura inverosímil -estaba en el asiento de copiloto del coche que yo conducía-, miraba entonces hacia el cielo y exclamaba: "Pero... ¿las nubes? Y digo yo: ¿de dóooonde tanta maravilla?"


Ya las contempla desde cerca, pues hace unos años que se fue al cielo. Pero no puedo dejar de recordarla: mi querida Marichu, que tuvo a bien fallecer el mismo día que mi abuela, un año después. Como para que no la olvide. De hecho nunca lo hago. Menos aún cuando alguna nube me sorprende por su belleza. Un saludo y ¡hasta pronto!

Parece un ovni...


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