Hoy es el día del año en el que mi abuela me habría dicho: "hija mía, he visto en la calle un hombre con tantas narices como días tiene el año". Y, tal que ayer, "con tantas orejas como días tiene el año". El caso es que tardé muchos años en captar el sentido de la broma. Y ahora de vez en cuando lo repito también, para alarma de quienes me rodean, que empiezan a dudar del buen estado de mis facultades.
Acaba el año, sí. Y no puedo dejar de escribir que he aprendido muchas cosas. Sobre todo en estos dos últimos meses, y aunque suena al actual anuncio de bombones Nestlé: "Es mucho más lo que recibes que lo que das", he de dejar por escrito que la enfermedad de los seres queridos curte el alma, no porque la endurezca, sino porque la hace más capaz de amar y de darse.