miércoles, 11 de mayo de 2011

A pesar de todo llegué a mi destino.

Una grúa bienvenida al final.
 Me preguntan en qué quedó al final lo del coche averiado de las vacaciones. Pues no volví con la grúa, sino conduciendo. Después de esperar una semana a que me lo devolvieran del taller, llamaron advirtiendo que casi mejor lo llevaba de vuelta en marcha y sin parar, pues lo de la cadena de distribucion holgada era poco menos que pronóstico de defunción para el motor.

 Viendo que no iba a poder parar y que el coche me lo entregaban a las 2.30 de la tarde, hice lo que cualquiera: comerme un bocadillo camino al taller y volver después con el coche a por las maletas.

Tampoco hay que exagerar...
No digo que no fuera un viaje accidentado, tardé unas tres horas y media en llegar a mi destino. Entre otras cosas, porque al principio costaba meter las marchas -¡qué susto!-, así como por el canguelillo que llevaba mi acompañante: no dejó de hablar en todo el trayecto, pero de puro nervio.

Al día siguiente se lo llevó -el coche, no al acompañante- la grúa del seguro. Con intención de encontrar la dichosa nueva cadena en un taller de más fundamento.  El chiste es para acabar sonriendo. O tal vez con lágrimas... ¡que nooo!, y es que el verano se aproxima y va a haber que poner más control en esto del picoteo. Por de pronto yo ya me he reincorporado a Pilates. Sé que puede resultar poco interesante, pero desde que me "muevo" tengo el engranaje mucho mejor. Y no me hace falta taller ni grúa. Un saludo!

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