viernes, 29 de marzo de 2013

Aldabonazos


Dice el diccionario de la RAE, que de semántica sabe mucho, que una aldaba viene a ser: "una pieza de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando en ella".  Y también "Una pieza, ordinariamente de hierro o bronce que se pone a las puertas para llamar golpeando con ella". Ya se ve que lo de los aldabonazos tiene que ver con el deseo de ser escuchado y acogido, digo yo que abriéndole a uno las puertas.
Parece entonces que las imágenes que aparecen en esta entrada no son aldabas sino algo que se les parece. Las piezas de hierro ya se ven algo grandes, es que están en el muelle de Zumaya y debieron de servir en su día para amarrar botes, que no para dar golpes. Me encanta su textura oxidada. Allí estarán hasta que se caigan de viejas, digo yo, pero manteniendo su encanto haciendo compañía a unos bancos modernos de mármol blanco. Ya se ve que en esto de las modas conjuntar herrumbres y mármoles resulta para algunos de lo más chic .

El caso es que yo quería hablar de aldabonazos, pero  más en un plano metafórico.
Y es que la pieza de bronce que contemplan, con otra función distinta a la de la aldaba -digo yo que sirve para asirla y levantar la pieza de piedra-, tiene la virtud de recordarme lo corta que es la vida y lo mucho que nos va en aprovechar el tiempo que se nos concede. 
Para quienes descansan ya en paz, no resulta sino un adorno más. Probablemente útil, aunque fuera de uso para ellos.
Pero para quienes acudimos a orar ante sus restos, es un aldabonazo en el alma.  Más o menos como escuchar, en un golpe interior, aquel "¡a lo que estamos, tuerta! que reza el refrán.

 

No hay comentarios: